10 octubre 2010

Nada más

Tan solo quiero dormirme en una colcha llena de espinas. Quiero dormir y que mi carne se convierta en poesía. Quiero que estas maquinaciones insanas que clavan como espinas, desaparezcan para siempre de mi cabeza tibia.
Dolor y sangre entre mis venas carmesí. Dolor y miedo en mis ojos de rubí.
Quiero ser tan solo nada, y perderme en el espacio gobernado por los cristales del olvido.
Quiero ser olvido, quiero perderme y no escuchar nunca más a estas voces que se toman mi cabeza y me hacen creer cosas que no son verdad.
Tú, yo, el vecino, el hombre que camina por la vereda de enfrente, la señora que lleva entre sus brazos a un niño dormido, la joven enamorada que piensa en su amor imposible, el joven que se clava cuchillos en la carne porque no quiere soñar más. Nada es real.
El niño lleva entre sus manos la pasión olvidada de los hombres.
Pero yo no quiero saber más.
Déjenme sola, déjenme sola en lo alto de una torre con mi voz y mis palabras. Déjenme atada o libre pero siempre encerrada para perderme en mí y no darme cuenta de cuánto duelen estas malditas maquinaciones inútiles de mi cabeza.
Déjenme tallar en las paredes poesías e historias irreales que tienen algo de verdad.
Átenme a la viga, colgada de mis propios cabellos, y abran mis hilos de violeta con cuchillo de plata y anís.
Sólo déjenme, déjenme volar encerrada en paredes sin vértice, sin final.
Todo es infinito.
Déjenme tan solo convertirme en poesía y nada más.

Soledad

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