04 septiembre 2011

Violeta

El corazón rebosado de flores de colores, de pasado color sepia, de lágrimas de familia. De raíces. Las raíces. Nuestras raíces. Las raíces del tiempo.

Violeta se fue a los cielos es una película. Una simple película bastante bien hecha. Con una fotografía a ratos notable. Quizás un poco estática para algunos, pero suficientemente emotiva para mí. Yo no sé si fue la película o el sentido que tuvo la película en mi corazón rebosado de flores de campo, que lloré durante toda la película desde que Violeta toma su bombo y comenzó a cantar con una fuerza indomable: Arriba quemando el sol.

Yo no quiero hablar en estas letras digitales de la notabilidad de la película, de las actuaciones (que por cierto, a mi juicio son bastante buenas), ni del tiempo ni de nada de crítica de arte. Yo quiero hablar de las raíces. De las raíces de un pueblo, de las raíces de una familia. Quiero hablar de la vida, de la genialidad, de la muerte. De nosotros, de uno, de la historia.

Para mí ver a Violeta "respirando" de alguna forma, me hizo regresar en el tiempo. En mí tiempo, y en el tiempo de mi familia. Ver como Violeta viajó kilómetros tratando de rescatar los sonidos de un pueblo que poco a poco estaba siendo carcomido por una modernidad (lenta pero) segura. Fue hasta los lugares más recónditos, con una guitarra de palo, unas hojas en blanco que se iban llenando de a poco y un lápiz para plasmar sonidos y letras. Se adentró en las venas abiertas de nuestro Chile. De su historia, de su música, porque la historia de Chile también está en su música. En su forma de cantar a lo profano y a lo divino. A los niños muertos que esperan sentados en una silla para volar pronto. A los ancianos que se sientan a las afueras de su casa con un mate mientras cuentan la historia de su familia, de su vida, de la tierra.

Admiro aquella entereza que tuvo para sufrir lo que sufrió, para ser quién fue. Para luchar, para crear. Dios, para crear. Aprendió como pudo, intentó todo lo que pudo. Escribía, cantaba, tocaba un sin fin de instrumentos, pintaba, bordaba arpilleras, vivía el arte a concho. Lo vivió hasta más no poder. Y yo me pregunto ¿dónde está aquel germen maravilloso de la genialidad? De la lucha, del vivir sin miedo e intentar, intentar hasta más no poder. De aprender mirando, intentado, estudiando, pero siendo libre, tan libre, tan inmensamente libre como ella lo fue.

Cuando recordé a Violeta (con la película) recordé un sentimiento antiguo dentro de mi corazón. La necesidad de saber quién soy, de saber de qué estoy hecha, de mis raíces. De saber de mis abuelos, y de sus abuelos, y de los abuelos de sus abuelos. De saber cómo llegaron a ser quiénes eran para que yo fuera lo que soy. Para saber de dónde vengo. Tengo la necesidad. Y con esto me vinieron vagos recuerdos de historias que me han contado, pero tan solo son pequeñas gotas de raíces, porque nadie me ha contado nada más, porque nadie me ha ayudado a entender(me).

La bisabuela de mi padre que siempre andaba con un ramillete de albahaca sobre la oreja. ¿Para qué, por qué? ¿Será para protección? También se me ha contado que Amelia, la bisabuela de mi padre, tocaba la guitarra como los dioses, y cantaba siempre una cueca llamada: La cueca larga. ¿Y dónde está? ¿Quién la sabe? ¿Quién me la puede enseñar?

Tengo tantas preguntas. La gente muchas veces no tiene la necesidad de saber de sus raíces. O quizás no quiere, o ya lo sabe y no siente la falta de sabor como yo la siento. Yo quiero saber, conocer, saber quiénes fueron los que me dieron de su sangre. Si mi tatarabuela Amelia tocaba la guitarra y cantaba quizás por ella me viene la necesidad de la música, o por mi abuelo que estuvo a punto de irse a Italia por su voz, o quizá porque alguno de los bisabuelos míos qué sé yo, leía incansablemente, salimos todos medios "letrados". Quiero saber cómo era vivir allá en Pichilemu, en Quinta, en Chillán. Cómo era vivir en el campo en esos tiempos. Qué significaba una guitarra, la música, las historias, la necesidad de contar/cantar. Quiero saber, quiero rasgarme la piel y meterme la tierra por las venas para comprender. Para comprender esta necesidad de mi corazón por saber. Siento que Violeta exploró todas sus raíces, se metió profundo profundo, muy profundo dentro de ella y dentro de la tierra chilena. Ella siguió a su corazón, al sabor del maqui, a la necesidad de crear. Y que belleza que la tecnología aún era muy precaria entonces porque no absorbía al cerebro como lo hace hoy en día. La gente salía al campo a trabajar sí, pero también a vivir con la naturaleza, o, si se vivía en la ciudad, la gente, los niños salían a jugar afuera, con los otros niños del barrio. Y estábamos así, enfrente del otro ser humano, conociendo al otro ser, a nosotros mismos.

La admiro, admiro a la real Violeta, a la Violeta que luchó, sí luchó, a pesar del suicidio luchó suficiente, lo suficiente para ser quién siempre será. Encuentro que la libertad que tuvo (que ella eligió, que ella peleó por conseguir) la ayudó mucho para convertirse en la "genia" que fue/es. Porque vive, vive para siempre en la música, en la plástica, en las letras, en las raíces de la tierra chilena.