18 julio 2007

Brillo


Buenos Aires dulce, dulce como la mirada pura de un niño, o la mirada exquisita de un hombre joven. Buenos Aire viejo, joven, eterno. Que exquisitez sentir tus aires entre mis dedos, sentir mis ojos brillar con tus luces. Tan lejos y tan cerca ¿no? Es cruzar la cordillera, cruzar a rastras, cruzarla en aires. Tus callecitas tan famosas tienen esa suave pasión, o apasionada suavidad, que lastima dulcemente mis ojos hasta hacerlos llorar. Que bella es tu voz de noche y día, Buenos Aires de la luna y las estrellas.

En tus calles clama la fuerza de la sangre, la tristeza de esos corazones tan tuyos y tan míos, corazones desolados por el amor que yo conozco bueno. Corazones que lloran sangre, que lloran agua de rosas o sabor de chocolate. Y ese tango, ese tango que se arrastra, que trepa por el cuerpo, por el alma. Los zapatos de los bailarines del amor chocan contra el asfalto de piedra, y uno tras otro sus cuerpos se mueven al compás del bandoneón.

Buenos Aires querido, qué más pueden decir mis labios y mi alma, que decirte te extraño y que espero volver a pisar tus calles pronto.

Soledad