Desvaríos

Es mucho tiempo o quizá no es nada de tiempo. El tiempo infinito no pasa, destruye. ¿Destruyes? ¿Acaso tiempo infinito no estás ahí, latiendo amargamente en el corazón de la muchacha? Infinito, tiempo. A veces hay cosas que se colan por nuestra mente y son nuestros ojos los que se quedan atados a una sola imagen. Y él se levanta del asiento, y camina sin rumbo y los ojos lo siguen hasta que se pierde en la multitud. Y tú no existes porque nunca has existido, y te das cuenta de que eres un sueño, de que eres un sabor amargo en la boca de otra persona.

Y quieres despegarte de esa imagen pero no puedes porque nunca has sido algo. Porque tú eres esa propia imagen discordante que se repite cada instante en la cabeza de muchos de los perdidos.


“Se recostó sobre el césped, desnuda mirando el cielo. Sin saber nada más que su nombre y su pasado ¿Qué pasado? Ella era como las estrellas, sin nada más que la luz de sus ojos incandescentes. Y no podía hacer nada más, que desear caer en las aguas de la locura y olvidarse de todo lo que nunca había recordado. Se vistió con la luz de la ciudad y caminó divagante por entre calles solitarias. Los enamorados no estaban, los enamorados dormían en sus casas, los enamorados mataban, los enamorados bebían. Los enamorados se olvidaron de ella, la dejaron abandonada en un rincón de sus casas, la olvidaron para siempre luego de encuentro a su enamorada. Los enamorados ya no la querían, porque ya no la necesitaban. Ella volvía a estar sola… Pero eternamente enamorada.

Dejó sus sueños sobre el desván, sus zapatos sobre los sueños. Sus ojos sobre sus zapatos y su corazón se lo entregó a un muchacho. Ella le sonrió un momento mientras él caía en enamoramiento, se cubrió de sangre y del sonido de su canto. Se cubrió de sueños, de amores y de quebrantos. Ella moría cuando él ya lo amaba. Ella caía mientras él la amaba. Ella se tiró al río… Mientras él la olvidaba.”


Besos de papel